10 de marzo de 2011

De ética y estética pop





Me gustan las pintas de las bandas de antes. Bandas que utilizaban fotos desenfocadas, hechas a contraluz y veladas, fotos en el salón de casa de sus padres, en locales de ensayo cutres. Fotos con malos pelos, de gente más bien normal tirando a fea, de futuros ingenieros de Teleco o informáticos, de fontaneros y taxistas aficionados a la música que tienen un grupo de música independiente. Me gusta la foto del policía nacional que escucha Kraut-rock y del conductor del autobús que se gasta parte del sueldo en discos y los esconde debajo de la cama para que no los vea ni su mujer, ni su suegra que vive con él.





¿Cuáles son las fotos que no me gustan? Las fotos de chicos con tallas de pantalón más pequeña que la mía, de flequillos perfectamente calculados, de bandas seudo-tribus: medio pop, medio psicodélicos, mediofolkies, mediohippies, mediotodo, de modernos que tienen un grupo como tienen un twitter, como hacen fotos y son videoartistas y djs-vjs y diseñadores de sus webs y gestores de sus redes sociales. Tampoco me gustan las fotos de las bandas con repertorios vacíos, clones de otros, de los que se etiquetan 'indies', pero de indies tienen lo mismo que la cadena de moda Inditex.



¿Quién se acuerda hoy de Heavenly? ¿El fan de Cat People tiene idea de quiénes fueron los Australian Blonde? ¿Conocen los Chin yi, por ejemplo, a algun grupo de discos Alehop!, tipo Las Solex o La cagarruta sónica? ¿Por qué coño no se agotan los discos de Dani LLamas y El Guincho lo peta, con todos mis respetos? ¿De verdad creéis que Joe Crepúsculo es el salvador de la música española, por dios y por la virgen?

Todas éstas y muchas más son dudas que me vienen a la mente casi todos los días. No mientan más, la música independiente no tiene ya casi nada de independiente. Tras esta perogrullada, me quedo tan pancha. Ay, qué malo es cumplir años.


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