11 de enero de 2010

¿Por qué lo llaman "hit" cuando quieren decir temazo?

Mi rutina de los lunes comienza de forma parecida. Después de revisar los correos del trabajo, de escuchar una canción bonita; a ser posible de pop enérgico para venirme arriba o electrónica buenrrollista, me leo con atención la columna de Diego A. Manrique en El País. La cosa es que hoy lo dedica al tema de las etiquetas musicales. Eso que vuelve locos a críticos y lectores empedernidos de la prensa musical.

A estas alturas hemos escuchado de todo. Me encanta eso de añadir el término dark o deep a otras. Y ver las distintas ramificaciones de las familias. Las de la electrónica son de los más divertidos: techno, electro, house, drum 'n' bass, hard dance, trance, breaks, dubstep. Eso sin entrar en aquello de lo minimal, que es otra historia. Tampoco quiero entrar en la depresión que me produce lo que han hecho con la palabra emo. A mí, que mi palabro favorito es slow y emo-core y ahora resulta que emo es otra cosa radicalmente diferente.

Hace tiempo que tengo una libreta con palabras bonitas y ahora me planteo si en 2010 dedicarme a coleccionar nuevos géneros o microgéneros musicales. La ristra es interminable y en la mayoría de las ocasiones provoca risa. Sólo hace falta echar un vistazo a las críticas, reportajes y demás piezas de periódicos, revistas y blogs, webs variadas. A mi juicio tan pobre es decir que el disco de Atlas Sound es pop como que el de Vampire Weekend un sudoku de pop-art/new wave. Es cierto que las clasificaciones facilitan las cosas. Siempre sin olvidar su función principal: orientar al lector.

De poco me sirve leer una crítica de, no sé, por ejemplo, el último trabajo del canadiense Aidan Baker como Nadja y que me lo etiqueten como doom-shoegazing. Al final llego a la conclusión de que se están quedando conmigo, que este "bello deporte" que es etiquetar no es más que un nuevo hobby del crítico del disco y que tengo que escucharlo para enterarme de algo. Y si nos ponemos a hablar del lenguaje propio de la música. Apaga y vámonos... ¿Por qué lo llaman hit cuando quieren decir temazo?

De momento, me contagio de lo cool que es hablar en spanglish musical y os dejo dos de mis hits personales de esta semana. Porque al final, no quiero ser una outsider musical y estas canciones son un must de la cuesta de enero.




7 de enero de 2010

Sonrisas y reverberaciones

Eingya de Helios (Type Records, 2006) se ha convertido en uno de mis discos favoritos. De esos que atrapan a fanes tanto de Nick Drake como de Boards of Canada y me quedo cortísima. Con él llegaron las canciones preciosas de Peter Broderick, Rafael Anton Irisarri, los coqueteos folkitrónicos (puestos a palabroinventar) de Grouper, y otra vez Keith kenniff esta vez como Goldmund y como no, el Choral de Mountains. Sin embargo, será ese lado amable el que me atrae de la música ambiental porque mucho me han costado los drones hipnóticos de Tim Hecker y los atrapadores paisajes de Stars of the lid.



No sé que ha ocurrido. Pueden ser los años, puede ser el mes, puede ser la nostalgia o quizás el mensaje, porque las canciones instrumentales tienen mensajes cargaditos de historias con principio-nudo-desenlace como cualquier otra aventura narrada con toda clase de detalles, con pelos y señales, con nombres de ciudades, protagonistas, actores secundarios. Con adjetivos, con mapas del tiempo, con relojes marcando la hora...Y todo eso lo he aprendido gracias al eterno Sadly, The Future is no longer what it was de Leyland Kirby. Y tampoco sé muy bien por qué, pero me gusta. Y es lo primero que me gusta de este 2010, aunque el álbum sea de 2009.