22 de julio de 2013

Coordenadas, la música que nos marca el camino


Coordenadas, proyecto musical de Alejandro Luque, Juan Luis Pineda y David León, es un rara avis que ha venido a desperezarnos, sobre todo en lo que a memoria musical se refiere. Es la música que marca de nuevo el camino, la que como reza su primera canción "nos señala puntos de inflexión". En la era de la rapidez, de la inmediatez, la fragmentación y las letras que no importan, no hay más remedio que volver a la buena canción de autor. Ya sea por la vía de la recuperación del folclore popular y la repolitización de los estribillos, como ha venido haciendo Fundación Robo, o a través del binomio música y verso. De reivindicar el arte por arte. Un arte repleto de puntos que, como las constelaciones o los libros de dibujos para niños, hay que unir y en los que la melancolía, la felicidad, la cotidianeidad o el vacío existencial de los días que vivimos sea "una puerta perfecta que encaja en su cabeza", como también cantan en Delirio.



En el disco de Coordenadas se le echa un pulso a la inteligencia emocional y se gana.  En palabras de Isaac Rosa, "uno escucha Coordenadas y reconoce su fuerza poética, su habilidad para interpretar la música natural de los versos, e invalidar fronteras absurdas entre música y poesía". No me pregunten por qué, la poesía de Cernuda ha vuelto a mí de la mano de la escucha de este álbum. Unas letras que dudan entre la realidad y el deseo, "En esa gran región donde el amor, ángel terrible, no esconda como acero en mi pecho su ala, sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, sometiendo a otra vida su vida, sin más horizonte que otros ojos frente a frente", que diría el poeta en Donde habite el olvido

Dicho todo esto. Este disco es para ponerlo una y otra vez. No admite escuchas mientras limpias el baño o haces la comida. Esto no es música de fondo, es la música en primerísimo primer plano.  Te das cuenta ya sólo con el packaging de la cuidada edición del álbum, con textos del escritor Isaac Rosa, diseño de Marcos Leal y fotografía de Antonio Acedo. Es una edición para hacerse un té o un café, coger el CD, leer los créditos y poner atención en las letras. Hacerle un merecido homenaje al trabajo, la ilusión y el tiempo invertido por los artistas para la culminación de un proyecto que lleva mucho años gestándose.

Luego, ya si eso, se permiten escuchas en el coche. Sobre todo, si la dirección es la Bahía de Cádiz. En el tren también puede rozarse lo idílico. Debe ser una experiencia religiosa cruzar el puente Carranza, dejar la inmensa marisma de San Fernando atrás, escuchando por ejemplo Estoy que amo con los versos de Carlos Edmundo de Ory, esos "guitarras miel", como diría un buen amigo, y esos ritmos que van virando a los aires latinos que te dan pistas del bagaje musical tan amplio de estos músicos: una pizca de bossa nova, que le guiña el ojo a Tom Jobim y Vinicius de Moraes, ese susurro seductor envuelto en caja de ritmos que me recuerda a algunos discos de Dominique A,  y ese aire mediterráneo relajado con coros pegadizos que incluso conecta con el neoindie catalán de los Manel y los baleares Antonia Fónt. ¿Tendrá algo que ver el mar en todo esto?



Nueva chanson gaditana que lo bautizaría algún crítico de estos a los que les encanta etiquetar y que, como la ciudad a la que hago referencia, se despoja de fronteras y arquetipos para ser libre, desprejuiciada, "flor de la raza calé", una "media naranja esperando su mitad", cuyos ecos se escuchan de Algeciras a Estambul. No hay etiquetas que valgan. Ni referencias concretas. ¿Hay algo más bello que amar la poesía y la música y que las canciones broten solas de esas raíces renovadas, regadas a base de experiencias vitales y gusto musical, y que sin querer van haciéndonos crecer y ponerle banda sonora a los recuerdos? 

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